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martes, 20 de julio de 2010

LA PASIÓN DE LAS HERMANAS RECOLETAS (relato conjunto)

PRIMERO DE OCTUBRE DE 2001. -Convento de Clausura de las Hermanas Agustinas Recoletas



-No me puedo creer que yo sea el primer hombre que entra en este convento en los últimos ciento cincuenta años –proclamó, incrédulo, el técnico.

-Así, es –dijo Sor Angustias de la Cruz, que ejercía de persona de enlace entre la comunidad conventual, que guardaba extrema clausura, y el mundo exterior-. El último varón seglar al que se le permitió el acceso al convento fue el que nos instaló la caldera de carbón y, de eso, hace ya siglo y medio.

-¿Y desde entonces no ha pisado estas losas ningún otro hombre?

-Bueno, hay que decir que sólo la presencia del oferente de la Santa Misa diaria es admitida en este convento, así como la de los padres confesores a los que sí les permitimos el acceso para que puedan confesar a las hermanas. Sin embargo, ni siquiera ellos las pueden ver; las hermanas se confiesan separadas por una tupida celosía que impide el contacto visual. Durante las horas en que usted esté aquí, las hermanas estarán recogidas en la sala capitular.

-Pues que sepan que su época de aislamiento ya ha terminado; ahora estarán conectadas al mundo gracias a Internet.

 -¡Mundo, Diablo, Pecado y Carne! –se santiguó sor Angustias de la Cruz -Bien sabe Dios que a mí, estas moderneces no me hacen ninguna gracia. Pero, poderoso caballero es don dinero y si queremos poder mantener a flote el convento,  no nos queda más remedio que comercializar nuestros dulces y bordados; y la única manera de hacerlo sin quebrar la regla de clausura es por Internet.

-Les aseguro que no se arrepentirán. Una última cosa: instalar el cableado me llevará dos días. 


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28 DE MARZO DE 2002.- Procesión del jueves santo; Paso de la Santa Hermandad de la Última Cena. Calle del Convento. Convento de Clausura de las Hermanas Agustinas Recoletas.
 


 

-¡Dese prisa, hermana Anunciación, dese prisa! ¡Ya están aquí!.

En el convento de las Hermanas Agustinas Recoletas, el día se presentaba con un tinte nuevo. La Reverenda Hermana Directora,  recién nombrada, había prometido reformas interesantes en la vida monacal y, además de adecuar los cultos a las nuevas formas y ofrecer los productos de fabricación artesanal que preparaban las monjas, a través de una página de Internet, poco a poco, iba dando un aire nuevo al convento y sus costumbres. Aquellas monjas de clausura  estaban descubriendo posibilidades ignotas y apartadas de la cotidianidad de sus rezos y obligaciones. Ese Jueves Santo se prometía grande y esplendoroso desde el ventanal principal del convento que, por fin, había abierto sus pesados cortinones y ofrecía panorámicas inesperadas de la calle principal de aquel pueblo que, desde siempre, había sido ignorado por la comunidad religiosa. Coincidiendo con la Semana Santa, en contra de la regla imperante del máximo recogimiento en esas fechas, Sor Ascensión, Reverendísima Directora del centro, había invitado a las hermanas a seguir los pasos procesionales que se sucedían esos días, por supuesto detrás de los ventanales y  manteniendo una actitud humilde y recatada. Algunas religiosas de mayor edad no entendían aquellas actitudes reformistas y elevaban oraciones al altísimo pidiendo su clemencia redentora ante tales modernidades, como aquella maldita Internet que más parecía obra del maligno;  pero, la verdad es que la mayor parte de las hermanas veían con muy buenos ojos el despertar a un mundo que era tan real, o más, que el callado día a día en el que la comunidad vivía. y se entregaban con alegría al disfrute que supone el reconocimiento de nuevas sensaciones. El optimismo y la ilusión empezaban a llenar los pasillos de un convento que, durante siglos, sólo había conocido el silencio.

-Reverendísima Hermana, ¡Venga Vd., venga! ¡Mire, es el mismo Sr. Obispo el que encabeza el paso!
 
Todo era nuevo y todo despertaba sensaciones desconocidas en las hermanas

En la calle, mientras, se arremolinaba una multitud de gente, acompañando cada paso de la procesión de aquel día Santo. Por primera vez en varios siglos de existencia de la comunidad religiosa, las cortinas del ventanal gótico del convento estaban abiertas y decenas de pares de ojos seguían, sin perder detalle y embebidos en luz, la procesión. Y eso tampoco podía pasar desapercibido a todas aquellas gentes que observaban, casi con más interés que el  puesto en los actos procesionales, los movimientos femeninos detrás de los cristales. Las caras de sorpresa daban paso a los cuchicheos y, estos, a las sonrisas cómplices y los encendidos aplausos. Los espectadores, en aquella calle, miraban más a las hermanas que a los procesionarios. ¡Eran, aquel día, más interesantes las monjas, que los capirotes!

En el convento, a su vez, la excitación de las religiosas iba en ascenso: la riqueza de colores de las ropas de los cofrades, la exhuberancia ornamental, las luces en movimiento, la embriaguez de la música de los tambores… La última cena era el paso que, en ese momento, cruzaba frente al Convento de las Hermanas Agustinas Recoletas. El esplendor que lucía el mismo despertó una gran ovación en las congregacionistas. Una voz se elevó entre las demás y claramente, se escuchó:
 
-¡Hermanas! ¡Si parecen huevos fritos!

Un coro de risitas desbocadas acompañó la expresión de Sor María Auxiliadora que, en su inocencia, se sorprendió de que los cofrades que precedían el trono lucieran ropajes blancos y amarillos. Todos los bordados eran en oro y plata y las vestimentas relucían con especial fuerza.
 
Sin pensarlo mucho, Sor Anunciación abrió los ventanales y, llevada por una emoción incomprensible, por una especie de estado de trance y acompañada por el júbilo de sus compañeras, gritó un ¡OLÉ, LOS HUEVOS! que retumbó en toda la calle…
 
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20 DE JUNIO DE 2003.- Palacio Episcopal. Sala de procesos.

"Ante este Santo Tribunal, en presencia de su eminencia, el Sr. Prelado de esta Diócesis, Monseñor Rancio Burela, y enviado de Su Santidad, el Santo Padre, comparecen, en su nombre, las Hermanas Agustinas Recoletas: Reverenda Hermana Directora, Sor Ascensión;  Reverenda Hermana Sor Anunciación; Reverenda Hermana Sor María Auxiliadora y Reverenda Hermana Sor Angustias de la Cruz, que se someten a la disciplina de este tan alto Tribunal y prometen acatar su dictado con la humildad y recato que la condición de la Hermandad les obliga”


HECHOS PROBADOS

Queda probado que el día 28 de marzo de 2002, habiendo permitido Sor Ascensión, Directora del Convento de clausura de las Hermanas Agustinas Recoletas, que éstas exceptuaran una de las normas de su Regla, que prohíbe su exhibición al mundo, con ocasión del paso de la procesión de la Semana Santa; se produjeron en la Calle del Convento de la presente ciudad, los graves y tristísimos altercados que han dado pie a la obertura de este proceso.

Queda probado que la Hermana Sor Anunciación gritó “¡OLÉ, LOS HUEVOS!”, sin ninguna intención impúdica ni lasciva, sino, que simplemente se trató de un lapsus linguae emitido en un rapto de fervor devocional.

Queda probado que el, por entonces, Señor Obispo, titular de esta diócesis, un tal Don Primitivo Vasques, le respondió –también espontáneamente- con la siguiente frase: “¡PERO SI SON LAS TÍAS DE MONJAS GUARRAS PUNTO COM!”. Frase que provocó un fuerte impacto entre el público y que fue secundada, en su veracidad, por varios de los nazarenos, que a su vez, también era usuarios de la citada web.
 
Queda probado que la Directora del convento, Sor Ascensión, se mantenía ignorante en el hecho que las hermanas a su cargo eran las monjas protagonistas de la mencionada  web.

Queda probado que Don Mario Ozores, el técnico informático que instaló Internet en el convento, colocó subrepticiamente, y por su cuenta, diversas cámaras ocultas en dormitorios y lavabos; por las que se recogían en tiempo real imágenes que eran emitidas en la web, también de su creación, “monjasguarras.com”; material fílmico al que se accedía previo pago. Hechos por los que el Sr. Ozores está encausado en un proceso penal distinto del presente.

Queda probado, por las imágenes de la citada web, que, en el mentado convento de clausura, las hermanas protagonizaron -entre los meses de octubre de 2001 y marzo de 2002-, numerosos actos impuros entre los que abundan las masturbaciones y las relaciones lésbicas, además de un caso de zoofilia. Así mismo, queda probado, que estos actos impuros se realizaron sin el conocimiento de la Directora, Sor Ascensión.
 
Queda probado que la hermana Sor Angustias de la Cruz, organizaba clandestinamente visionados de páginas de Internet de contenidos pornográficos, a la que eran invitadas las hermanas Sor Anunciación, Sor María Auxiliadora y otras, cuyos nombres no han podido ser dilucidados por el presente tribunal


FALLO

Se expulsa de la orden a Sor Angustias de la Cruz, por inductora de conductas malsanas, por la práctica conocida de 211 masturbaciones, 69 actos lésbicos y por mantener relaciones zoofílicas con el perro del convento.
 
Se expulsa de la orden a Sor María Auxiliadora, por la práctica de 150 masturbaciones y 48 actos lésbicos.

Se sanciona a Sor Anunciación por colaboración necesaria en la difusión de actos impúdicos,  negándole, de por vida, que pueda quebrar su voto de clausura, salvo dispensa del Santo Padre.
 
Se prohíbe el uso y disfrute de Internet en el convento, al haber supuesto algo similar a la aparición de la serpiente en el Edén, con sus nefastas consecuencias.

Se destituye y se traslada a Sor Ascensión, por demostrada incompetencia en el ejercicio de su cargo de Directora del convento.

 
Es gracia que emana de Su Santidad y que firma y rubrica el Sr. Prelado de esta Diócesis, Monseñor Rancio Burela, a 20 de Junio del año del Señor de 2003.
 

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